domingo, 30 de enero de 2011

Seminarios vs. Prácticas en Aula en la Facultad de Ciencias de la UAM: ¿Un caso aislado de incoherencia o un síntoma grave?



La Universidad Autónoma de Madrid clasificó las actividades docentes presenciales en 11 tipos (Consejo de Gobierno de 18 de abril de 2008). De ellos, el segundo y el tercero eran, respectivamente, Seminarios y Clases Prácticas en Aula. Definió Seminarios como Sesiones monográficas supervisadas por el profesorado con participación compartida (profesorado, estudiantes, expertos,…) en grupos no numerosos.” y Clases Prácticas en Aula como “Actividad[es] práctica[s] en aula orientada[s] a la aplicación de conocimientos a situaciones concretas. No requiere de los recursos específicos con los que cuentan los diferentes laboratorios docentes.”

A su vez, estableció los tamaños máximos de los grupos de estudiantes para estas actividades en 20 para los Seminarios y 40 para las Clases Prácticas en Aula.

La Facultad de Ciencias de la UAM programó Seminarios durante el curso 2009-10 en todos los Grados. Estos Seminarios programados venían a sustituir a las Clases de Problemas impartidas tradicionalmente en esta Facultad, si bien con dos diferencias fundamentales: 1) los grupos de Clase de Teoría se pasaban a dividir en subgrupos de Seminarios, los cuales dejaban de ser impartidos por el profesor de teoría cuando éste lo considerase pertinente y se impartirían por profesores específicos en horarios preestablecidos, y 2) las metodologías de impartición deberían renovarse en el sentido de fomentar drásticamente la participación de los estudiantes –de ahí que el profesorado pasase a ser visto como “supervisor”, que la participación se declarase “compartida” y que los grupos debieran ser “no numerosos”, hasta el punto de limitar a 20 el número máximo de estudiantes-. Los condicionantes –los reales y los imaginados- hicieron que en la práctica se programasen y se impartiesen Seminarios a grupos más numerosos de 20, en algunos casos mucho más numerosos, por lo que la realidad del curso 2009-10 era que el espíritu de la normativa de la UAM sobre números máximos de estudiantes en las actividades docentes no se estaba cumpliendo. Un espíritu que estaba (¿está?) marcado por la voluntad de renovar las metodologías docentes hacia la participación de los estudiantes.

Al curso siguiente, 2010-11, el presente curso, la misma Facultad de Ciencias volvió a programar las mismas actividades docentes que en 2009-10 llamó Seminarios, pero esta vez les cambió la denominación a Prácticas en Aula. Que las programadas eran las mismas actividades y no otras quedó probado por la perfecta correspondencia entre los horarios, subgrupos, e incluso profesores de 2009-10 y los de 2010-11; esta correspondencia llegó a ser idéntica en algunos casos. Y que las impartidas eran también las mismas actividades quedó demostrado por la evidencia del día a día vivido por profesores y estudiantes.

Si las actividades docentes son las mismas, ¿por qué cambiar su denominación de Seminarios a Prácticas en Aula? ¿Quizá porque de esta manera las actividades que no cumplían la normativa de máximos ahora la cumplen, dado que con la nueva denominación los subgrupos pueden llegar a ser de 40 en lugar de 20? Si es así, ¿en dónde queda la idea de renovar las metodologías docentes hacia la participación de los estudiantes? ¿No sería más acorde con esta idea seguir llamando Seminarios a esas actividades, aumentar el número de docentes que los imparten y mantener los subgrupos con números máximos de 20 estudiantes y, de esa manera, poder aumentar de verdad la participación de éstos?

La realidad, por tanto, es que se pasa a cumplir una normativa que se estaba incumpliendo sin cambiar realmente las acciones, sino cambiando exclusivamente el nombre de las mismas. Y no se trata de una normativa cualquiera, sino de una dirigida a que de una manera real se pueda renovar la metodología docente. Esta actitud es reveladora y produce desconfianza. Abre dudas sobre la voluntad de quien la tiene y sobre su autoridad intelectual para liderar un proceso de cambio metodológico docente de calado en la Universidad.

Lo grave es que la autoridad intelectual de nuestros líderes académicos es crítica en un momento crucial para la renovación de la práctica docente en la Universidad. En un momento así, los profesores y los estudiantes necesitamos confiar en nuestros líderes académicos. Necesitamos estar seguros de que saben lo que están haciendo, qué cambios necesita la Universidad y cómo se llega a ellos. De que merece la pena involucrarse en las acciones que nos piden -las cuales nos exigen un esfuerzo añadido y una derivación de nuestra dedicación a otras actividades universitarias- no porque nos vayan a reportar beneficios personales a corto plazo sino porque van a permitir mejorar drásticamente el estado de cosas en la Universidad. Sin esa confianza no nos entregaremos a lograr los cambios deseados y éstos se frustrarán, una vez más. Pero para que confiemos en nuestros líderes académicos hasta ese punto hace falta que su autoridad no derive exclusivamente de las elecciones sino que se base también en la solidez de sus actos posteriores a la elección, en su coherencia con las ideas generales aceptadas por todos, en que todos veamos que lo que se está haciendo nos lleva realmente en la dirección señalada. Limitarse a cambiar de nombre a los Seminarios y pasar a llamarlos Prácticas en Aula va justo en la dirección contraria a la señalada. Ahora la cuestión es: ¿es esto un caso aislado de incoherencia con la meta de cambio metodológico docente en la Universidad o es sólo un síntoma de una enfermedad mucho más grave?

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